Cortisol y vitíligo, una relación «tóxica»
El estrés es uno de los factores que pueden actuar como desencadenantes del vitíligo. Analizamos la relación entre los elevados niveles de la llamada “hormona del estrés”, el cortisol y vitíligo.
Ante el estrés las glándulas suprarrenales producen y liberan cortisol, preparando a nuestro organismo para responder frente a una supuesta amenaza.
Los picos de cortisol tienen consecuencias para la salud a todos los niveles. Incrementan los procesos metabólicos y afectan a la totalidad de los sistemas del cuerpo humano.
El cortisol, además, es un inmunosupresor. Actúa reduciendo la inflamación, que es uno de los mecanismos de defensa ante ataques externos, con ella la respuesta de nuestras defensas. Es precísamente por esto último por lo que el estrés hace que el vitíligo empeore.
Cortisol y vitíligo
Una persona puede tener predisposición genética y no manifestar nunca el vitíligo. Factores como traumatismos, quemaduras o estrés pueden actuar como detonantes de esta enfermedad autoinmune, al igual que sucede con otras patologías dermatológicas como la psoriasis.
Detrás del estrés pueden estar factores como problemas familiares, laborales, e incluso el propio vitíligo. Hay que recordar que el diagnóstico de esta enfermedad produce un serio impacto psicológico en muchos pacientes.
Se calcula que tres de cada cuatro personas diagnosticadas sufren problemas psicológicos. Iniciar un tratamiento de manos de un profesional y con evidencia científica puede reducir los niveles de ansiedad de estos pacientes.
Podéis ampliar la información en este artículo de nuestro blog.
Para mantener el estrés a raya es importante seguir hábitos de vida saludables, con una dieta rica en frutas y verduras, práctica regular de actividad física y sueño de calidad.
Asímismo, es recomendable hacer meditación. La practica de la meditación ayuda a reducir el estrés y a segregar melatonina de forma natural. Bastan 5 minutos diarios para analizar nuestros sentimientos y valorar cómo nos sentimos.
Es importante tener presente que cuando el estrés se cronifica también lo hacen los niveles elevados de cortisol. Y que su relación es bidireccional: el estrés desencadena la producción y liberación de cortisol, y el cortisol, a su vez, afecta a la forma en la que una persona percibe y responde al estrés.
Los niveles elevados pueden producir trastornos del sueño, aumento de peso, depresión, ansiedad y supresión del sistema inmunológico, entre otros factores.